Los Mandalas en determinadas culturas no son más que representaciones energéticas de nuestra experiencia vivencial. Es por ello que cada uno de ellos es una gráfica única e irrepetible porque sale de lo más profundo de la mente y el espíritu, tomando forma y color.
Revelan por otro lado secretos místicos guardados únicamente para los que puedan leerlos. El círculo de la vida representado por los colores extraídos de las tablas del Feng Shui y las formas florales que evocan la perfecta armonía con la naturaleza y el universo entero.
Existe, siguiendo las bases del poder védico de los Mandalas, un número mágico que representa la comunión entre lo astral y terrenal. Se trata del dígito número tres. Este y el circulo son los gráficos representativos importantes que no podemos dejar de recordar.
Su representación, si te fijas bien, está siempre presente en cualquier cosa. Es por ello que el Mandala, sea cual sea su origen, forma siempre un círculo de tres partes. Representa a su vez la totalidad y es visto como modelo de estructura organísmica en el mundo y el universo entero.
La totalidad cercana
Habla de la totalidad y nada de la parcialidad que muchas veces está presente. El diagrama cósmico que funciona también como un mapa del infinito, dependiendo de cómo lo queramos utilizar. El cuerpo y la mente también entran en juego y es aquí donde debemos reconocer su poder.
Se extraen de los patrones que observamos en la misma naturaleza, es por ello que cada Mandala, más allá de su origen e interpretación, no puede desligarse demasiado de lo que la naturaleza muestra en los árboles, flores y frutos.