Cada chakra está formado por una serie de pétalos que, agrupados en torno al núcleo central y cerrados en el hombre ordinario, han de abrirse para permitir que el centro de fuerza interior pueda desarrollar toda su potencia de forma adecuada. Sobre cada uno de estos pétalos aparece escrita una letra del alfabeto sánscrito, formando todas las letras juntas el mantra o fórmula mágica despertadora del chakra en cuestión.
Los chakras se hallan situados de forma jerárquica y en línea vertical uno sobre otro, a lo largo de la columna vertebral. Constituyendo así una especie de eje del mundo anímico del ser humano. Cada chakra tiene un determinado número de pétalos, un color peculiar, un animal simbólico que lo representa y una pareja divina que lo preside. En su interior lleva también inscrita una figura geométrica que expresa su naturaleza, dentro de la cual figura una letra del alfabeto sánscrito, que indica el mantra-semilla que es la clave secreta de su poder. Cada chakra guarda una precisa correspondencia con un órgano de percepción o un sentido específico (lo que en terminología sánscrita se conoce como jnani-indriya), así como con un órgano de acción (karma-índdya).
Aunque hay infinidad de chakras, los más importantes, estudiados por las escuelas de yoga, son siete. Como órganos del mundo sutil, escapan a la percepción de los sentidos corporales. pero pueden ser visualizados por la mirada interior y mediante las adecuadas técnicas de meditación yóguica. Cada uno lleva asociada una determinada tendencia o característica psicológica, lo que permite establecer una tipología de los seres humanos según el chakra que predomine en la vida y estructura personal de cada individuo. La meditación sobre un chakra concreto abre la vía a la obtención de los poderes vinculados al mismo.
Los chakras son nuestros centros energéticos vitales. Comprenderlos y aprender las técnicas de meditación necesarias para controlarlos son el camino hacia la evolución espiritual.